Las Visitas

En el CIR-14 en Octubre de 1985 resultaba una tortura oír por megafonía el anuncio de las visitas que recibían los reclutas que tenían su familia o amigos en Palma. Para ellos era estupendo. Pero para nosotros, los peninsulares, los guiris o forastés nos entraba la nostalgia y a veces el recelo.

     Eso era lo que yo sentía hasta la tercera semana del CIR. Llorenç, mi amigo y compañero de litera, me dijo que me fuera con el. Yo me esperaba que iríamos al Hogar. Pero me dijo que su familia venía a vernos. Que querían conocerme. Yo me quedé sorprendido. Después de haber compartido gel, chanclas e incluso slip, era de bien nacido ser agradecido. 

      Llegamos a donde se encontraban y Llorenç beso a sus padres, hermana y hermanos. Yo me quedé sonriendo mirando la escena. La última vez que yo había besado a mi padre había sido en la Estación de Atoche. Llorenç dijo:

- Este es mi amigo Mariano, qu´estudie per capellá.

       Yo, como un auténtico imbécil, por mi educación castellana y distante, extendí la mano para decir "encantado". Antonio, el padre de Llorenç, extendió los brazos y me abrazó diciendo:

- Que alegría conocerte, hijo, Llorenç nos ha hablado mucho de ti.

       Comprendí entonces que Llorenç les les debía haber contado mis peripecias en el CIR. Besé a su madre y a su hermana y abracé sus hermanos. Mirando a los cinco les dije:

-  Muchas gracias por lo que han hecho por mi. Sin su ayuda y la de su hijo no se donde estaría. No tengo palabras de agradecimiento.

- Ya esta bien - dijo Madó Sebastiana que era la madre de Llorenç - Vamos chicos contadme lo que habéis hecho. 

     Llorenç empezó a hablar, de la instrucción, de las vacunas, de la depilación del chico de Madrid, del CETME al que llamábamos la novia por no separarnos de el. A lo que reían sus padres y hermanos. También les contó lo de mi imaginaria, que ya referiré, mas adelante. Yo me quedé rojo de vergüenza. Jamás pensé que eso lo hablase en casa. Me había convertido en el "Jaimito" de su casa, e incluso de San Jordi, que era donde vivían. Su madre al verme cortó la chanza. Y me dijo:

- Mariano. Este fin de semana, si tienes libre, te vienes con Llorenç a casa. Te traes la ropa sucia que yo te la lavo. Te he traído una máquina de afeitar eléctrica. Te la he comprado. Mira también te traigo medio pan payés, sobrasada, unos butifarrons y coca de albaricoque que os he hecho. Lo de Llorenç va en esta bolsa, lo tuyo en esta otra. Llévate toda la ropa para que te refuerce los botones. El miércoles volvemos, vente con la guerrera y te coso los aguiluchos en las solapas....

        Yo había encontrado una familia en Mallorca. Esa misma noche escribí a mis padres para contárselo. A esas personas que me habían dado su pan, que me querían en su familia, que me daban los mismos favores que a su hijo eran a los que llamaban con desprecio "polacos". Entonces yo era "polaco". Yo quería aprender su lengua, su cultura, su forma de escribir, reírme con ellos. Junto a ellos empecé a amar aquella isla, a sus gentes, mientras algunos de mis compañeros no paraban de repetirme: Como encuentre el tapón esta p... isla. 

Un saludo.

Mariano

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